sábado, 10 de diciembre de 2011

TERRITORIO DE DOLOR

Por Laura Foletto
Un cuerpo duele. Se contractura. La respiración se ahoga. Las mandíbulas se aprietan. No hay alivio. La mente repite interminablemente los mismos ruegos y amenazas entremezclados de siempre, hasta que se cansa y sólo grita "¡Basta, basta!". El corazón se retuerce atravesado por emociones que no puede expresar. Duele...

¿Cómo abordar una problemática tan compleja como el dolor? No existe una única visión. Pretender que una disciplina, teoría o técnica dará la respuesta ya no es posible. No es un dolor que se instala, es una persona que sufre.

Durante siglos, se definió al dolor como una sensación provocada por un estímulo. Una percepción objetiva molesta, generada por un daño. Las últimas investigaciones han acercado la noción de que es una vivencia emocional, a veces con una causa física. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo definió como "una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada o no con daño real o potencial de los tejidos o descripto en términos de dicho daño". Esto implica que la forma en que sintamos el dolor es subjetiva, dependerá de los umbrales, estados anímicos, historia personal.


CUERPO Y DOLOR

La vida de una persona pasa por su cuerpo. Este encarna la mente, las emociones, el espíritu, además de poseer su propia inteligencia, producto de millones de años de evolución, con maravillosos resultados por cierto. No hay individuo separado de su cuerpo vivo y es a través de él que se expresa y relaciona con el mundo. La respiración disminuida, la movilidad reducida por contracturas, dolor o enfermedad, las emociones limitadas por bloqueos personales o sociales obstaculizan la manifestación completa de la persona. Por ello, cuanto más integralmente se sienta el cuerpo, más plenamente se participa de la vida.

Sin embargo, en esta sociedad industrial, identificamos al cuerpo con una máquina, que debe trabajar 24 horas al día eficientemente, dirigido por la mente, hacia objetivos que la misma cultura le vende. La actividad creativa y el placer, valores propios de una orientación humanista, están perdiéndose en favor de la productividad material. Así, el cuerpo se transforma en un enemigo que hay que acallar con pastillas, drogas o ejercicios agotadores para que siga rindiendo. El otro cuerpo, el que como un todo refleja el alma, es una metáfora que sigue en espera de ser comprendida.

¿Cómo se traduce la alegoría del dolor? Generalmente, en aislamiento. En principio, del propio cuerpo. Su natural movilidad y energía se restringen, opacando así la vida entera. Se lo vivencia como un territorio de dolor o de insensibilidad cuando éste se atenúa. El gozo, la diversión se comienzan a convertir cada vez más en extraños visitantes. Por ello, el doctor Alexander Lowen, creador de la Bioenergética, afirma que "la sensación subjetiva de salud es un sentimiento de animación y deleite en el cuerpo, que aumenta en los momentos de alegría. Al encontrarnos en ese estado, nos sentimos hermanados con todas las criaturas vivientes y reconocemos nuestra unión con el mundo. El dolor, por el contrario, nos aísla y separa de los demás".

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Algunas personas, luego de proclamar su padecimiento por varios años ante familiares, amigos y profesionales, otras siempre en silencio, todas, se sienten incomprendidas, desesperanzadas, hartas de hartar a los demás con sus quejas y terminan aislándose, creyendo que son "raras", que nadie más sufre como ellas. Aquí es cuando encontrar un profesional especializado o un grupo en que se trate su problemática es crucial, transformador.

Una actitud común que se observa es tratar al dolor como un enemigo contra el cual luchar, sólo para sentirse derrotado en cada intento. Por ello, es necesario aprender a retomar el control del dolor, a través de respiración, relajación, masajes y movimientos simples que descontracturen, ya que el dolor contrae. Y, sobre todo, generar una actitud de "escucha", de aceptación y aprendizaje en el proceso.

El dolor puede ser, aunque cueste reconocerlo al principio, un maestro, un guía hacia la comprensión de aspectos negados o inexplorados de cada uno. Hugo Mujica dice que "el dolor es generalmente la pérdida de aquello que ya no somos. Pero, como apertura a la posibilidad de ser aquello otro que no somos y necesita abrirse espacio en nosotros. El dolor tiene una capacidad y una función: el dolor ahonda y el amor expande". A veces, hay un regodeo en el sufrimiento otras un desconocimiento de otras posibilidades, pero generalmente existe un estancamiento que paraliza en una ciénaga oscura y densa. Es necesario liberar lo que produce dolor y abrirse a lo nuevo, confiando en los propios recursos y en la vida.

No se debe olvidar que el dolor fue (y es) considerado por muchos un castigo divino. Esta es otra actitud fácil de detectar. Una pauta cultural la avala. Adán y Eva fueron arrojados del paraíso y condenados al dolor, luego de probar la fruta prohibida. ¿Un precio por ser humanos, capaces de conciencia, un castigo por saber? No debiera ser así. Quizás sea hora de aceptar el dolor como una alarma y aprender a vivir de otras maneras menos penosas y más creativas. Citando nuevamente a Hugo Mujica: "la vida como celebración de la vida, en su gratuidad y no en su funcionalidad".

Se han recorrido aspectos físicos, emocionales, mentales y culturales, haciendo hincapié en la importancia de involucrar a todos en su tratamiento, con base en lo corporal como soporte. Pero, como toda experiencia humana no se agota en explicaciones lineales o multicausales. Y quizás ni siquiera sea importante buscarlas. ¿Cómo te duele? ¿Tiene forma? ¿Se mueve o está fijo? ¿Cómo aparece, se extiende, desaparece? ¿Se conecta con otra parte del cuerpo? ¿Qué lo hace surgir? ¿Qué voz tiene? ¿Qué te quiere decir? Escucha....

Un cuerpo se relaja. Respira rítmicamente desde el vientre. Afloja las mandíbulas. El corazón y la mente se aquietan y comunican. Algo se revela. Un dolor se atenúa.

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