viernes, 23 de marzo de 2012

LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO.

LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO 

Los frutos del Espíritu Santo son doce:


1.
Caridad: El acto de amor de Dios y del prójimo.
2. 
Gozo espiritual: El que nace del amor divino y bien de nuestros prójimos.
3.
Paz: Una tranquilidad de ánimo, que perfecciona este gozo.
4.
Paciencia: Sufrimiento sin inquietud en las cosas adversas.
5.
Longanimidad: Firmeza del ánimo en sufrir, esperando los bienes eternos.
6.
Bondad: Dulzura y rectitud del ánimo.
7.
Benignidad: Ser suave y liberal, sin afectación ni desabrimiento.
8.
Mansedumbre: Refrenar la ira, y tener dulzura en el trato y condición.
9.
Fe: Exacta fidelidad en cumplir lo prometido.
10.
Modestia: La que modera, regula en el hombre sus acciones y palabras.
11.
Continencia: La que modera los deleites de los sentidos.
12.
Castidad: La que refrena los deleites impuros.


Paciencia y Mansedumbre
Los frutos anteriores disponen al alma a los de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera, que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. Estas dos virtudes combaten, pero no alcanzan la victoria sino a costa de violentos esfuerzos y grandes sacrificios; mas la paciencia y la mansedumbre, que son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto.

Longanimidad
La longanimidad o perseverancia impide el aburrimiento y la pena que provienen precisamente del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias.
 
Bondad y Benignidad
Estos dos frutos miran al bien del prójimo. La bondad y la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas: y la palabra benignidad, se usa únicamente para, significar dulzura; y esta clase de dulzura consiste en, manejar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.
 
Modestia
La modestia es bastante conocida como virtud. Regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente; y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.
 
Continencia (Templanza) y Castidad
Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos : aquélla refrena la desordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse; ésta regula o cercena el uso de los placeres de la carne.
Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.

 
VIRTUDES TEOLOGALES (No.1840 del Catecismo)
Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe.
Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad (amor). Informan y vivifican todas las virtudes morales.
 
Fe
Es la virtud por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios.
 
Esperanza
Es por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en el auxilio de la gracia del Espítitu Santo.
 
Caridad (Amor)
Por esta virtud amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad.


VIRTUDES CARDINALES (No.1834 del Catecismo)
Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
 
Prudencia
Dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
 
Justicia
Consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
 
Fortaleza
Asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.
 
Templanza
Modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados.
 

 
LOS CARISMAS (No.799 del Catecismo)
Los carismas, extraordinarios o sencillos y humildes, son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
Los carismas constituyen una maravillosa riqueza de gracia siempre que se trate de dones que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir, según la caridad, verdadera medida de los carismas.
Por esta razón aparece siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia. “A ellos compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno”, a fin de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y complementariedad, al “bien común”.
 
El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de sanación. (No.1508)
 
Son además las gracias especiales, llamadas también “carismas”, según el término griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio. Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia.
Entre las gracias especiales (carismas) conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia.
 
Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside (liderazgo), con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Rm. 12,6-8. (2004)

 
 
Las siete formas de Pecado y su don contrario:

 Pecado                              Don
Soberbia                        Humildad
Avaricia                         Generosidad
Lujuria                           Pureza
Ira                                  Paciencia
Gula                               Templanza
Envidia                           Caridad
Pereza                            Diligencia

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