He aquí señor que mi confianza
permanece firmemente anclada a ti.
Aun de las garras del león, tus
manos me sacaran.
De las fauces del tiburón, tu
mano santa me rescatara.
De lo hondo del abismo, tu mano
me elevara a lo alto.
Nada temo pues, lo que el
enemigo, pudiera intentar contra mí.
Porque si tu estas conmigo, quien
puede algo contra mi.
Cobijome bajo la luz de tus alas
y allí me siento seguro.
Que si nunca me aparto de ti, tú
nunca serás quien me deje.
Gracias señor por todo este bien.
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